domingo, 19 de mayo de 2013

El Laberinto del Libro de Candelaria, Tenerife

El pasado día 18 de mayo tuve la suerte de estar invitado como autor, junto con otros cuatro compañeros y compañeras, al Laberinto del Libro, la feria que todos los años organiza la villa de Candelaria, en la isla de Tenerife.
 
El día fue ventoso y no invitaba al paseo, pero aún así la respuesta del público fue excelente. Entre intercambios con otros autores y ventas salieron de esa caja 15 ejemplares, lo que significa un buen puñado de posibles nuevos lectores y lectoras, toda una proeza en los tiempos que corren.
 
Además tuve la gran fortuna de conocer personalmente, por este orden, a; Daniel Olivera, autor de Paritorio Tres y Armadura de Tabaiba, dos libros de microrelatos y poemas que hasta el momento me han gustado mucho; Carmen Marina Rodriguez Santana, autora de dos libros de relatos y con una lista de premios que a cualquiera le gustaría tener, El brocal de mi pozo y Hari Maguada; Jose Miguel Izquierdo Jorge, autor de una autobiografia que promete ser muy interesante y que ha titulado Y la iglesia se topó conmigo, que no es otra cosa que la historia de un cura insumiso y rebelde que dejó la institución hace ya muchos años; Juanca Romero Hasmen, autor de dos libros, uno de los cuales es un ensayo sobre la catástrofe aérea que tuvo lugar en el aeropuerto de Los Rodeos en 1977 al colisionar dos 747 y sobre la que nadie jamás había escrito antes con tanta profusión y detalle.
 
 
 
Los libros que menciono y que aquí veis los leeré todos a su debido tiempo y compartiré con vosotros mis opniones en el blog de reseñas, donde pondré también la forma en que se pueden adquirir, pues se tratan de ediciones propias de no tan fácil obtención.
 
En fin, una experiencia de lo más enriquecedora, a excepción del chunda chunda que nos martilleó los oídos durante todo el día y del cual todavía estoy pagando las consecuencias. Espero que el año que viene podamos escuchar en su lugar el sonido de las olas del mar, que se puede apreciar detrás de las magníficas estatuas de los reyes guanches, los Menceyes.    

jueves, 9 de mayo de 2013

Aparece un nuevo códice en la pirámide de Akenatón

Egiptólogos de todo el mundo expresan su asombro ante el sorprendente descubrimiento realizado durante las últimas excavaciones llevadas a cabo en la tumba. Un ejemplar de EL TERCER NACIMIENTO DE ULISES en perfecto estado de conservación ha sido hallado bajo una losa de 20 toneladas en la cámara funeraria. Hasta el momento no se ha encontrado explicación al fenómeno, la única conclusión que se ha podido extraer es que el supuesto autor de la obra, Jose Docavo Alberti, es en realidad un farsante y ha cometido un flagrante plagio del que muy pronto se le pedirán explicaciones. El mundo está conmocionado con esta noticia que esperamos poder ampliar en breve.


Hallan evidencias de vida en Marte







lunes, 6 de mayo de 2013

Primeros párrafos de la novela

Mi padre era una persona muy inteligente. Como él quería ser padre y por diversas razones había optado por no relacionarse con ninguna mujer, decidió tenerme por sí mismo. A primera vista podría parecer una decisión muy infantil, pues que se sepa, no existe ningún caso en el que un hombre haya dado a luz a un niño, sin embargo yo puedo atestiguar que no es así; porque por increíble que parezca y a pesar de que no tenía estudios, mi padre, después de muchos años dedicado a la investigación, al final consiguió darme la vida y acabó convirtiéndose en un gran doctor. Un gran doctor anónimo al que desde muy jovencito no le quedó más remedio que ayudar a su familia en las labores del campo.

Donde él vivía había mucho campo. Y por suerte también muchas tormentas. Una vez, a la edad de once años, mi padre se encontraba junto a su ganado segando la mies de sus tierras cuando de repente se vio sumido en una gran tempestad. Las negras nubes aparecieron encima de su cabeza sin previo aviso, como cuando uno va caminando y sin darse cuenta mete el pie en una gran mierda de vaca. No es que la mierda no se encuentre ya allí desde el principio, sino que de alguna manera sólo adquiere la forma de mierda cuando ya es demasiado tarde para reaccionar. Pues lo mismo pasó con esas nubes. De pronto comenzaron a descargar agua con una furia inaudita, como si se hubieran enfadado por algo que sólo les incumbiera a ellas y que no estuvieran dispuestas a confesarle a nadie. Mi padre, lejos de dejarse arrebatar por el pánico, se acomodó en el tocón de un árbol y se dedicó a observar cómo la naturaleza de nuevo imponía su ley, contra la cual nadie podía hacer nada. Y fue entonces, al cabo de unos pocos segundos, entretanto sostenía la afilada hoz con una de sus manos y con la otra se frotaba la frente todavía sudada, cuando hicieron irrupción los relámpagos que cambiarían su vida. Él, por más que hubiera oído hablar muchas veces de casos de campesinos muertos por achicharramiento, se quedó sin moverse en su tocón, entregado a sus cavilaciones y a la plácida contemplación de la tormenta que había comenzado a desatarse. Mientras escrutaba esa ondulante danza de espigas blancas con sus pupilas negras y su mente de niño, mi padre no paraba de preguntarse por qué su familia había decidido detestarle. Aunque intuía las razones, por más vueltas que le había dado al asunto no había conseguido penetrar en su lógica. No le parecía bien que sólo por estar en posesión de un carácter a veces indomable, como por otra parte le ocurría ahora mismo a ese cielo que vomitaba furia y al que nadie juzgaba, hubiera dejado de ser merecedor del amor de los suyos, como así había ocurrido. Y era precisamente por esto que tanto le gustaba la naturaleza: se sentía reconfortado por ella, y él a cambio la aceptaba sin reservas.

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